La salud emocional de los obreros de la nueva generación.
La Generación Z enfrenta niveles sin precedentes de sufrimiento emocional, hasta el punto de ser considerada la más frágil emocionalmente desde que este tema empezó a recibir mayor atención. En las últimas décadas, hemos sido testigos de la aparición y la creciente naturalidad al hablar sobre trastornos emocionales antes desconocidos o poco reconocidos. Como consecuencia, se evidencia que esta crisis afecta profundamente al desarrollo vocacional, la misión y el ministerio de los jóvenes, impidiéndoles avanzar tanto en sus carreras seculares como en su vocación cristiana. Recientemente, abordamos esta cuestión en una jornada devocional sobre vocación y misión en nuestra Escuela Ergátes de formación ministerial, tomando como base el Salmo 143, que dialoga admirablemente con las experiencias emocionales de esta generación.
En los dos primeros versículos, David introdujo la manera en la que pretendía enfrentar su sufrimiento emocional: oración y confesión. «Señor, oye mi oración, escucha mi súplica» (v.1). El salmista comenzó con una actitud humilde y sincera, reconociendo su limitación: «No lleves a juicio a tu siervo, pues ante ti nadie puede alegar inocencia» (v.2). Aquí la oración se presenta como un profundo recurso terapéutico, involucrando tanto la súplica personal (Hb. tachanun) como la oración formal (Hb. tephilah). La confesión, que implica acceso objetivo a la propia realidad y particularmente al propio estado pecaminoso, revela honestidad y vulnerabilidad delante de Dios. Estos son recursos esenciales en el camino hacia la salud emocional, especialmente para jóvenes inmersos en crisis existenciales y vocacionales.
Entre los versículos 3 y 6, David describió claramente sus síntomas emocionales: se sentía perseguido y oprimido, «aplastado» y habitando en profundas tinieblas, como alguien que ya ha muerto» (v.3). Aunque aparentemente estaba seguro mientras escribía, su dramática descripción remite claramente a sentimientos de muerte inminente, semejantes a la ideación suicida o terminal. En el versículo 4, expresó algo aún más familiar para la juventud actual: «mi espíritu desfallece». Depresión y ansiedad aparecen juntas, creando una tensión emocional similar a un cuadro bipolar. Sin embargo, el salmista no permaneció pasivo ante esto, sino que presentó prácticas terapéuticas esenciales: recordar las obras pasadas de Dios y testificar las intervenciones divinas (v.5), así como intensificar la oración en forma de súplica, dejando toda ansiedad delante del Señor (v.6).
En los versículos 7 al 10, emerge otro conjunto de síntomas emocionales, también acompañado de recomendaciones terapéuticas. David reveló profunda soledad y aislamiento, clamando: «No escondas de mí tu rostro» (v.7). La sensación de ausencia divina agravó su depresión, llevándolo nuevamente hacia la expectativa de muerte. Luego, vemos un comportamiento muy común en la espiritualidad juvenil contemporánea: negociar con Dios. David propuso su fe y devoción como moneda de cambio por amor y liberación (vv.8-9). Aunque expresa sinceridad y piedad, esta postura refleja una religiosidad aún inmadura, típica de una búsqueda desesperada por seguridad emocional. Sin embargo, el versículo 10 presenta un cambio decisivo, cuando el salmista reconoció que necesitaba, sobre todo, la sabiduría y dirección divina: «Enséñame a hacer tu voluntad». Esta búsqueda clara del entendimiento de la voluntad de Dios constituye un recurso terapéutico crucial para jóvenes afligidos por indecisiones y temores sobre el futuro.
Finalmente, los versículos 11 y 12 concluyen la oración con una renovada petición por vida, liberación de la angustia y victoria sobre adversidades. No obstante, ahora David no pide basado en sus méritos o negociaciones espirituales, sino fundamentado en el nombre, la justicia y el amor fiel de Dios. Este cambio muestra una perspectiva más saludable y madura de la oración, que también debe ser enseñada y perseguida por los jóvenes llamados al ministerio. No es por lo que somos, tenemos, dónde estamos o lo que hacemos, sino por quién es Dios. El carácter de Dios es la razón de nuestro bienestar, incluso frente a enfermedades emocionales; comprender esto es garantía de salud emocional y pleno desarrollo misional.
Hemos visto que el salmo termina con una afirmación poderosa: «porque yo soy tu siervo». Esta identidad misional permea todo el texto, enfatizando que los trastornos emocionales enfrentados no definen la identidad del siervo de Dios. Más bien, señalan la urgente necesidad de tratar adecuadamente dichos sufrimientos, utilizando recursos terapéuticos bíblicos como la oración, la confesión, la recordación, el testimonio y la búsqueda de sabiduría divina. Más que nunca, necesitamos orientar a nuestros jóvenes vocacionados a superar estos obstáculos emocionales, permitiéndoles cumplir plenamente la misión que Dios les ha confiado. La salud emocional de los obreros de las nuevas generaciones debe ser un tema central en la misiología contemporánea.